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sábado, 31 de marzo de 2018

Una Oveja sin rebaño



Una Oveja sin rebaño
¿Hemos escuchado algunas veces frases como las siguientes?
«Soy cristiano, pero no practicante, por eso no asisto a la Iglesia».
«Soy cristiano, y tengo a Cristo en mi corazón, por eso no tengo necesidad de congregarme».
«Soy cristiano, pero no me congrego porque la iglesia actual está llena de hipócritas».
«Soy cristiano, pero la Iglesia la han hecho los hombres, en la Biblia no había esos edificios».
«La Iglesia soy yo y Cristo, no necesito de otros».
Estas son sólo algunas de las frases que más he escuchado, de parte de aquellos «cristianos» nominales que no se congregan. ¿Y qué tienen de malo? Lo único malo es que son totalmente antibíblicas y anticristianas. ¿Que por qué?
Pues bien, veamos qué enseña la Biblia, la cual, debe ser la regla de fe y conducta de todo cristiano.
1º Si somos verdaderas ovejas –como Jesús llamaba a todos los que creían en Él (Juan 10:26-27)– debemos permanecer con el rebaño. Es curioso que Jesús siempre se refiere a las «ovejas» en plural (Mateo 25:32-33; Lucas 15:4; Juan 10:1-3; 10:11; etcétera). Y cuando así no lo hace –en escasas ocasiones–, sino que habla de «oveja» en singular, enseña sobre la urgencia de que esta oveja vuelva al redil con las demás (Mateo 18:12-13; Lucas 15:4-7). ¡Efectivamente! Las verdaderas ovejas deben y necesitarán estar con el rebaño. ¡Jesús escogió esta metáfora con mucho sentido!
2º Jesucristo deseaba que sus seguidores fueran guardados en unidad. «Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros» (Juan 17:11). Esta oración de Jesús al Padre, evidencia el fuerte deseo de Cristo de que permanezcamos en unidad. A fin y al cabo, esto fue lo que Jesús hizo con sus discípulos durante su ministerio terrenal.
3º La Iglesia es comparada por el apóstol Pablo a un cuerpo (1 Corintios 12:13). El cuerpo de Cristo. Y añade, «el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos» (1 Corintios 12:14). En un cuerpo, todos los miembros están unidos necesariamente. La mano no puede estar separada del brazo, ni el pie de la pierna. Todos están conectados. Si no me cree, lea 1 Corintios 12, quizás Pablo le convenza antes que yo.
4º Siempre que el Nuevo Testamento hace referencia a la Iglesia, habla de un colectivo y no a una persona individual. Esto enseña que no hay iglesia sin unidad.
5º La Iglesia Primitiva permanecía en unidad y en comunión. Lucas nos dice en su segunda obra (conocida como Hechos de los Apóstoles) que los creyentes «perseveraban en comunión», «todos los que creían estaban juntos», «perseveraban unánimes todos los días en el templo», y también «en las casas» (Hechos 2:42-47). En el templo y en las casas, es decir, formal e informalmente. Pero ambas necesarias. Ellos sabían que así como las ascuas (brasas) se avivan al estar juntas, la unidad de la Iglesia traería fortaleza y avivamiento en un mundo de tinieblas.
Por todo esto, el libro de Hebreos hace hincapié en que no dejemos de congregarnos como iglesia: «no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca» (Hebreos 10:25). El no dejar de congregarse es un mandato divino, y el no obedecerlo es un pecado. Y por supuesto que Cristo habita en el corazón de todos los verdaderos creyentes (Gálatas 2:20), pero cuando la Iglesia se reúne en su nombre, la presencia de Cristo está de una forma aún más especial en medio de ellos, «Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mateo 18:20).


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